01 junio, 2009

Alarmados por el catastrófico cambio climático que se produjo sobre la tierra, se encontraba reunido el cuerpo de científicos más distinguido del mundo, con la esperanza de hallar la forma de evitar el final deshielo de Groenlandia e iniciar, aunque de manera extemporánea, el descenso del nivel de dióxido en el aire y del calentamiento global. Para ello era necesario cambiar la matriz energética mundial y se discutían, ahora sí con seriedad y celeridad, las mejores alternativas de solución, cuando de pronto llegó el Maestro acompañado de su nuevo discípulo:
“¿Todavía siguen discutiendo?, ¿No bastó la desaparición de todas las ciudades costeras?”
“Creemos que la mejor alternativa es acelerar la explotación de los yacimientos de gas natural”, señaló un experto de la India.
“¿Pero, cuándo esperan decirle a la población que las fugas de metano son 24 veces más contaminantes que el dióxido que liberaban el petróleo o el carbón y que sólo un y 4% de estas fugas, triplicarían el efecto invernadero?”
 “Entonces es el momento del hidrógeno”, señaló el que venía de Australia.
“¿Acaso olvidan que el hidrógeno, como la electricidad, hay que fabricarlo y que para ello hay que valerse justamente del gas, petróleo o carbón?

“Ya lo decía, la energía eólica es la solución”, dijo el representante de Alemania.
“¿Tampoco le han dicho al público que, aunque lograsen instalar las millones de turbinas de viento necesarias en los océanos o en los últimos bosques del mundo, todavía no saben cómo almacenarla?”

“El océano, eso es. Tenemos que recurrir a la energía mareomotriz”, apuntó uno que venía de Francia.
“¿No llevan Francia e Inglaterra décadas en ello para tan sólo lograr cubrir el 6% de sus necesidades?
 “Entonces los biocombustibles tienen su turno”, dijo uno del Brasil.
“¿Pero el biocombustible no reemplaza sólo una pequeña fracción del combustible fósil y, si ya se explota el 60% de las tierras productivas para cultivar los insuficientes alimentos, qué le van a decir a la gente si pretenden quitarles el resto para cultivar su combustible?”
 “Bueno aún tenemos la opción geotérmica”, aseveró el de Islandia.
“Además, está disponible la energía solar”, añadió el experto de Suiza.
“Ciertamente parecen las mejores alternativas, pero acaso ¿no son aún incipientes los avances geotérmicos y demasiado costosos los de la energía solar, a pesar de llevar más de 30 años de investigación cada uno?”
 “Basta!, que propone usted entonces?, reclamó en tono imperativo el de Estados Unidos.
“¿Serían capaces ustedes de olvidar sus grandes inversiones, para aceptar la única alternativa viable y que sus intereses no quieren ver?”
 Entonces el representante de la China poniéndose de pie y señalando al Maestro con el dedo, en voz alta exclamó: “Usted no es un hombre de ciencia, es tan sólo un filósofo”.
Y el Maestro serenamente respondió:
“¿No es la filosofía la madre de todas las ciencias?”. 
Dicho esto con un silente gesto de agradecimiento, se retiró.
Más tarde el Maestro preguntó a su discípulo si había aprendido algo. Y éste respondió: “Un científico no es aquel que tiene muchos conocimientos, sino aquel que tiene muchos cuestionamientos”.