01 mayo, 2012

Realidad


Encontrábase el Maestro una vez dictando una conferencia empresarial multitudinaria, cuando uno de sus discípulos más antiguos fue a verle para despedirse, pues llevaba más de 10 años siguiéndole y no sentía que su fortuna se fuera incrementando como esperaba sucediese desde un inicio, pues él consideraba estar junto a un sabio. Entonces el Maestro apenado por la frustración de aquel  le pidió tomar asiento antes de partir.

"Dime una cosa por favor, ¿por qué me has acompañado todos estos años?"
“Por los conocimientos valiosos que me ofreciste cuando te conocí”, respondió con cierto reclamo el hombre de negocios.
"Dime nuevamente ¿y no recibiste ninguno en todo este tiempo?"
“Ciertamente, he recibido de tu parte muchos, pero ninguno que me produjese dinero”
"Dime otra cosa,  ¿no eres acaso hoy un hombre más rico que hace diez años y tus negocios se han duplicado y triplicado varias veces?"
“Sí, pero eso ha sido producto de mi trabajo y el de mis hombres, pero los conocimientos que tú nos impartes son interesantes teorías y más una ilusión de la filosofía, que una riqueza verdadera”
"Dime también ¿no te dije siempre que no creas una sola palabra mía y solo creyeras en lo que ves de mí?"
“Es verdad, siempre me lo decías, pero nunca te lo entendía”
"Justamente ¿no será que tú vives más en la ilusión del dinero y por ello no puedes ver la verdadera riqueza que te rodea ahora?"
“Por supuesto, todas las semanas puedo ver cómo crecen mis cuentas bancarias, si a eso te refieres”
"No me refiero a eso. ¿Acaso no ves la vida saludable que ahora llevas, el semblante de realización que refleja tu rostro, el respeto que has ganado de tus trabajadores, la confianza que tienes hoy de tus socios, el crédito del que gozas entre todos tus proveedores, el prestigio que ha ganado tu firma entre sus clientes, la celebridad en la que te has convertido para muchos en tu sector, el orgullo y admiración que tus hijos sienten por ti , la alegría y bienestar que gozan todos en tu familia, la envidiable armonía sentimental que disfrutas, la sensatez con la que ahora tomas decisiones, los aplausos que recibes cuando te invitan las universidades a compartir tus conocimientos y experiencias, además de tu nueva autoestima y del hecho que todavía sigues siendo un hombre joven, con ideales, lleno de vida, sonriente y que duerme en paz todas las noches?"
“En realidad no había visto todas las cosas de ese modo”, solo atinó a responder el abrumado discípulo.

"Dime finalmente, ¿realmente creías saber distinguir la real realidad de la falsa felicidad?"
“Maestro, perdona mi ignorancia, ¿qué puedo hacer para reparar mi ingratitud?”, dijo por último el avergonzado empresario.
"Bueno, como soy un hombre que jamás ha creído en la teoría, ni en la filosofía, ahora ve comparte los conocimientos recibidos con los demás y sigue tu camino en paz."


DIES