03 diciembre, 2012

La Montaña

Un sacerdote muy sabio, no encontrando mejor ayuda para un exitoso pero desesperado hombre de negocios que había perdido el sentido de su vida y que no paraba de pedir consolación a su gran depresión, le desafío a subir una gigantesca montaña, que además de ser una de las más altas del mundo, era bastante peligrosa por los inmensos abismos que había que sortear para alcanzar su cima, además de la inclemencia y hostilidad del clima. Le aseguraba que una vez llegado arriba encontraría el paraíso para su desolación y la paz que necesitaba.

Decidido entonces y como siempre, dispuesto a arriesgarse, inicio su nueva conquista: alcanzar los casi 7,000 metros de aquella atemorizante montaña. La lucha contra la altura, la temperatura, la fatiga y la falta de oxígeno demandaba una determinación implacable, recursos y trabajo que casi nadie lograba sostener, pero que él sí estaba dispuesto a invertir. De hecho eran muchos los que renunciando al desafío bajaban frustrados y desalentando a todos los que aún persistían en el monumental objetivo.
Luego de casi cuatro días de costosos esfuerzos el hombre llego a duras penas a la meta, pero no encontrando nada, ni a nadie empezó a dudar de la promesa del sacerdote. Sin embargo, impactado por la belleza que encontraba a cada paso, empezó a creer que tal vez éste se refería al infinito y bello océano de estrellas que bailaban en el cielo, la espectacular fosforescencia de la tierra bajo el brillo lunar, la majestuosidad de las piedras que habían tallado el viento y el tiempo, la hermosa vista que obsequiaba el horizonte para a sus ojos, la desconocida fragancia nocturna de las cúspides y el ensordecedor silencio que impera en las grandes cumbres.

De pronto, conmovido por la imponente soledad del lugar, se arrodilló para dar gracias a grandes voces al universo y la existencia por el paraíso que acababa de descubrir, pero de repente con mucho espanto, escuchó una voz. Era el Maestro que sonriente le decía:
“No seas iluso. Esto no es, ni de cerca el paraíso”
“¿Quién eres tú?”
“Aquel que no has venido a buscar”
“¿Entonces qué haces aquí?”
“Solo esperando llegases para ayudarte a completar tu camino”
“Estás loco, no puedo más. Aquí me quedo”
“¿Abandonarás el reto en los últimos minutos? Te conozco bien y no lo creo”
“Cómo puede ser. Es la primera vez que te veo!”
“¿No será que es la primera vez que abres los ojos?”
“Ya encontré lo que estaba buscando. No, gracias”
“¿Acaso no buscabas algo que calmase la angustia y el vacío que te ofrecen los pobres éxitos y riquezas de la vida mundana”
“¿Cómo lo sabías?”
“Esta montaña es muy misteriosa y tiene algo que guarda para ti desde hace cinco décadas, pero no te dejes distraer por sus encantos, son solo otra hueca ilusión para engañar a los que no merecen descifrar su secreto”
“¿ Y a dónde me llevarías?”
“Vamos. No te conformes con lo poco y sígueme”....