01 febrero, 2012

Satisfacción


El hombre más rico de la tierra fue un día a buscar al Maestro, quien se hallaba en un recital juvenil de los años sesenta acompañando a un nuevo y rebelde discípulo. Este deseaba mucho que le ayudase a encontrar consuelo porque sentía, luego de varios años de haber alcanzado  fama, poder y éxito en los negocios, empezar a vivir una existencia carente de sentido y significado, lo que le estaba provocando una profunda depresión y  un estado de constante abatimiento. Cuando finalmente lo encontró, con mucha tristeza le dijo:
“Tengo todo lo que la vida puede ofrecerle a un hombre y he viajado por todo el mundo, escuchando radio y viendo televisión, buscando información supuestamente para encender mi imaginación y sin embargo no puedo obtener  satisfacción”

“¿Quieres decir que tu puedes tener todos los viajes, autos, camisas, cigarrillos y todas las chicas que deseas?”, interrumpió el adolescente discípulo del Maestro.
“ Así es. Y por más que lo intento, lo intento y lo intento, no puedo lograr satisfacción”, respondió al extraño discípulo, quien era un joven desenfadado que gustaba tanto del canto, como del baile y que también estaba con el Maestro buscando inspiración para hallar un nombre y material nuevos para su banda.
“¿Cómo haces tu para inspirar y vivir en la inspiración permanente?. Realmente necesito darle un nuevo rumbo a mi vida”, pregunto el hombre al Maestro pues le admiraba mucho.
“¿Alguna vez te has fijado en como ruedan las piedras?”
“ Si claro. Pero ruedan sin un rumbo aparente”, respondió un tanto desconcertado el visitante.
“¡Exactamente!”
“Disculpa, sé que eres una persona misteriosa, pero preciso me ayudes con más claridad”
“Si eso gustas, te lo diré. Simplemente me gusta vivir sin preocupaciones, sin nada en mente. Me dejo llevar por las olas del océano de la vida, soplando como el viento y disfrutando ir sin dirección alguna. Eso es lo que digo”
“¿Cómo las piedras rodantes?”, volvió a interrumpir el joven.
“¡Exactamente!”
“Por favor. Aún necesito más claridad.”, insistió el apesumbrado empresario.
“Tu que te consideras un hombre rico, dime: ¿ya tienes el compromiso de tus empleados, la lealtad de tus directivos, el aprecio de tus socios, la simpatía de tus abastecedores, el afecto de tus amigos, la alegría de tu familia, la felicidad de hacer con diversión tu trabajo y la paz al final del día?”
“La verdad es que aún no tengo todo eso”.
Entonces el Maestro, dirigiéndose a su melenudo acompañante, pregunto: “¿Y tú que dices?”
“ Yo digo que él vive más rodeado de pobrezas, que de riquezas y aunque lo  intente , lo intente y lo intente,  no obtendrá satisfacción. Eso es lo que digo”
“¿Cómo te llamas?”, le pregunto curioso el hombre al joven cantante.
“Michael”
“ ¿Y dime, tu también piensas convertirte en una piedra rodante?”
Pero de pronto y sin contestar, el irreverente joven salió corriendo a buscar a sus amigos con las dos innovadoras ideas que buscaba.