01 diciembre, 2010

Revolution

Una tarde de verano en 1957 entraron aparatosamente en el templo dos ruidosos músicos adolescentes repartiendo carteles y folletos de un recital que iban a ofrecer a dúo esa misma noche. Ambos llevaban el cabello largo, uno muy claro y el otro más oscuro. Lucían muy alegres, confiados y vibrantes. 

Entonces notando su desbordante energía, el Maestro salió a darles encuentro antes que sus discípulos terminaran de echarlos a la calle. 
“¿Quiénes son ustedes?”, les preguntó. 
“¿Quién eres tú?”, replicó con arrogancia el mayor de ellos. 
“Soy un admirador de la música y del arte”. 
“Pues a juzgar por sus seguidores no lo parece en absoluto”, dijo el otro joven un poco más correctamente. 
“¿Y cómo se llama su banda?” 
“Mira tío, no lo sabemos, además nos faltan dos músicos, un manager y los instrumentos también, pero ya sabemos qué tipo de música queremos hacer”, dijo el primero en tono de broma. 
“Fantástico. Eso es lo único importante. Estoy seguro les irá bien esta noche”. 

Entonces los muchachos que todo el tiempo trataban de impresionar a los adultos con sus irreverentes actitudes y declaraciones, se vieron sorprendidos por la respuesta del Maestro, quien en lugar de criticarles, felicitaba el completo desorden de sus ideas. 
“Mira Sócrates, ya que estamos aquí y al parecer eres bueno en tu business, ¿qué concejillo podrías darnos para lograr el éxito?”. 
“Ninguno. Ya tienen todo lo que necesitan”. 
“Creo que ahora usted quiere burlarse de nosotros. Debe haber algo más, algo en que nos falte trabajar más. Solo tenemos 17 y 16 años”, dijo el menor. 
“Trabajar, eso les dirán todos. Yo les digo en cambio que eso es lo último que necesitan. Sólo precisan disfrutar y eso ya lo han aprendido”. 
Ambos quedaron impresionados por la insólita respuesta y tomaron asiento para continuar escuchando al Maestro. 

“¿Han visto cuanto esfuerzo y cuanta tensión les provoca jugar a los niños, pintar a un pintor, escribir a un poeta o bailar a un bailarín?”. 
“Ninguno claro. Ellos lo hacen de forma natural”, respondieron uno tras otro. 
“Exactamente. Si interviene algún esfuerzo entonces el artista ya no es un auténtico artista, simplemente está tratando de obtener un resultado o algún beneficio. Entonces la actividad que realiza no es más un gozo, es un trabajo”. 
“Nos gustaría que nuestra música sea además un gozo para todo el público”, confesaron ambos. 
“De cierto les digo, que si tocan sus instrumentos con verdadero placer y cantan con intenso deleite, no solo harán gozar a todos los asistentes del recital. De hecho harán bailar al mundo entero. Serán la génesis de una revolución musical”. 

Dicho esto los jóvenes se miraron a los ojos y colocándose de pie con un gesto de reverencia, agradecieron las palabras del Maestro. Finalmente, rodeándoles con los brazos mientras les acompañaba a la salida, el Maestro añadió: “Simplemente sumen sentido y pasión a todo lo que hagan y quedarán condenados al éxito”. 

Impresionados y en completo silencio salieron los músicos con una nueva visión e inspiración para iniciar su promisoria carrera artística. 
“¿Podríamos saber sus nombres? sospecho que todos aquí recordaremos siempre su beat”. 
”Paul”, dijo el del cabello oscuro. 
“John”, dijo el más rubio.