01 agosto, 2012

La Joya


Hace unas décadas atrás, un grupo de jóvenes discípulos, en ausencia del Maestro, empezaron a discutir y dudar sobre la supuesta valía de lo que estaban aprendiendo, pues antes como hoy, lo superficial del mundo, los distraía de lo esencial de la vida. Entonces llegado el Maestro, el más desafiante de ellos le confrontó y dijo:
“Maestro, al llegar aquí nos dijiste que recibiríamos verdaderas y secretas joyas del saber. Sin embargo, ha pasado el tiempo y hasta hoy seguimos sin lograr venderlas con altas utilidades para nosotros. Nos preparamos y esforzamos mucho, pero tus enseñanzas nos hacen fallar mucho y todavía no vemos la rentabilidad de tus supuestas joyas”
Entonces el Maestro entendiendo la juventud de sus palabras les respondió:
Me gustaría invitarles a realizar un último ejercicio. Ven esta piedra? Quiero que vayan al mercado, se la muestren al verdulero y se la oferten tratando de obtener el máximo beneficio posible de ella y regresen aquí con su mejor oferta.

Entonces, aunque extrañados pero suponiendo un examen para sus competencias de negociación, ellos hicieron como les dijo pero el verdulero sin encontrar ninguna utilidad aparente para su negocio en aquella piedra, salvo la de ayudarse a moler sus productos, a cambio sólo les ofrecía a tanta insistencia, un centavo de dólar. Entonces viendo los pobres resultados obtenidos, el Maestro les envío luego con el carpintero del pueblo, quién encontrándole alguna utilidad de apoyo, les ofreció un dólar. Animados regresaron todos para mostrar su gran adelanto del 1000 %, pero el Maestro muy insatisfecho aún, les envío con el picapedrero más importante de la ciudad y este les ofreció en cambio 10 dólares por la misma piedra. Este logro les pareció ahora fantástico a los futuros managers, pues podían demostrar una notable y comprobable mejora en su desempeño. Sin embrago, el Maestro aún los desafió a ir esta vez con el escultor más reconocido de su país, quien muy sorprendido al ver la pieza de piedra les ofreció 100 dólares. Los  jóvenes fueron corriendo a ver a su Maestro para orgullosos decirle que ahora sí habían logrado el objetivo de ejercicio.

Finalmente, el Maestro tuvo que obligarlos, porque  los discípulos como siempre, ya se encontraban plenamente satisfechos y agotados con el pequeño esfuerzo, ahora a buscar al joyero más grande del mundo, quien al verlos llegar los recibió maravillado al ver la pieza  que el Maestro les había entregado y les ofreció 10,000 dólares en efectivo.
Al regresar con el Maestro, los discípulos se afanaban en demostrar quién había sido el más hábil y responsable de aquel fantástico logro, para reclamar del Maestro su reconocimiento. Pero éste solo les dijo antes de despedirlos:
¿Ahora ya descubrieron quién estaba fallando y cuál es el secreto?