03 junio, 2013

La semilla

Un poderoso grupo de empresarios se encontraba reunido discutiendo innumerables ideas, fórmulas y alternativas para superar la profunda recesión económica global que llevaba más de 10 años, sin vislumbrarse aún indicio alguno de mejoría. Luego de tres agotadoras jornadas de debate y confrontación, empezaron a frustrarse pues no alcanzaban distinguir ningún rumbo claro hacia la solución, cuando cansados por fin se animaron enviar por el Maestro, quien sabía ofrecer singulares opiniones, muchas veces desconcertantes y otras inspirantes.
“Existe un problema. Él se encuentra ahora justamente de gira mundial. Dudo que venga a vernos”, comentó uno de los asistentes.
“Pero nadie en el mundo se negaría a vernos si le triplicamos su tarifa”, dijo sonriendo uno de los nuevos integrantes.
“No entiendes porque no le conoces. Él no tiene tarifa, ni le importa. De hecho vendría sin costo alguno si tuviéramos una buena y desafiante causa que le inspirase”  
 “Fácil entonces. Díganle que todo el excedente que logremos lo donaremos a los pobres”
“Sigues sin entender. Tampoco le interesan los pobres, ni los niños, los ancianos, los enfermos, los excluidos, ni nadie”
“Ahora sí creo que ese tío está loco. ¿Qué es entonces lo que le interesa?”,preguntó un europeo.
“Simplemente le gusta ver morir y ver nacer ideas, dogmas, sistemas, personas, naciones y corporaciones”
“Extraño tipo, pero me parece entender. Háganle creer que queremos eliminar el sistema actual para crear un nuevo orden mundial. No podrá resistirlo y no costará nada”, sugirió astutamente el más influyente de todos.

En efecto el Maestro llegó al día siguiente en uno de los aviones privados del grupo y nada más entrando en la sala, luego de saludar dijo:
“Será todo un  gusto colaborar con ustedes. ¿Cuándo empezamos?”
“Esta es la situación. No sabemos cómo hacer para transformar nuestros negocios en algo nuevo y bueno para todo el mundo”, le tentó el más astuto.
“ ¿Cuál creen sería el primer paso entonces?”
“Rescatar y fortalecer cada conglomerado primero, por supuesto!”
“Estoy completamente de acuerdo. Estas empresas deben transformarse en algo mucho más grande y valioso”, dijo para sorpresa de todos el Maestro.
“Excelente. Dinos cómo podemos lograrlo para empezar a trabajar de inmediato”
“¿Están seguros? Por lo que puedo ver, ustedes no quieren oír la respuesta. Mis propuestas no son aptas para todos”
“Por supuesto que sí. Estamos listos y preparados. Dinos, ¿qué hacemos?”
“OK. Es muy simple. Liquidemos todas esas empresas ahora mismo”
“Qué dices. Queremos transformarlas, no destruirlas. Sé más sensato”, le contestaron todos dando voces de rechazo.
“No sean necios. ¿No desean acaso que sus negocios sean más grandes?”
“Precisamente, pero no estamos dispuestos a verlos morir”
“Son realmente todos ustedes muy pobres y no lo saben. De verdad quieren conformarse con esas pequeñas compañías”
“Realmente eres tú quien no sabe lo que dice. Somos dueños del mundo entero”

Entonces llegado este momento el Maestro, asomándose por la ventana y señalando un enorme árbol que se hallaba en los exteriores del complejo privado con más de 500 años de antigüedad, les preguntó:
“¿Creen ustedes que ese formidable árbol siempre fue así de alto, esplendoroso y robusto?”
“Claro que no. Antes fue simplemente un arbusto”
“No, primero fue tan solo una semilla, tan pequeña y minúscula como sus corporaciones y consorcios”, les decía mientras les mostraba una semilla de mostaza que sacó del bolsillo. 
De pronto, algunos de los presentes empezaron a presentir con temor en qué dirección iban las palabras del Maestro.
“Reflexionen un instante, ¿dónde está la semilla ahora?, ¿no tuvo que morir para dar vida al árbol? y ¿murió realmente la semilla o tan solo se transformó en un ser nuevo y más grandioso?”   

Finalmente, viendo el Maestro la decepción y la vergüenza en los rostros de los acaudalados hombres de empresa, terminó diciendo en tono consolador:
“Para que el árbol de la verdadera riqueza puedas ver aparecer, primero la semilla de tus pequeños negocios debe desaparecer”