01 diciembre, 2011

Plomo y Oro

 Llegado el mes de diciembre y la ante la proximidad de las fiestas de fin de año, un fin de semana el Maestro decidió visitar a su familia, para en especial saludar a una de sus sobrinas, que muy emocionada y orgullosa, le había enviado un mensaje de texto diciendo:
“Terminé mi MBA. Estoy feliz. Ven a verme”.

Esa misma tarde fue a verle, pero no la encontró y cuando estaba a punto de retirarse, la flamante magister apareció y cariñosamente se acercó al Maestro para saludarlo y decirle: “Ésta semana he concluido la meta profesional y personal más importante de mi corta carrera. ¿No vas a felicitarme?”.
“Por supuesto. Vine especialmente para felicitarte, pues entiendo que ahora te has convertido en un maestro certificado”.
“Así es. Ahora tengo que apresurarme a emplear todos los conocimientos que me han enseñado, para luego hacer un doctorado”.
Pero el Maestro notando cierto frenetismo en sus palabras, antes le preguntó: “¿Ya dominas entonces el arte de convertir el plomo en oro?”.
La joven mirándolo con extrañeza le contestó negativamente con la cabeza y los ojos de un lado a otro.
“Bueno. ¿Seguro al menos habrás alcanzado el saber para convertir el agua en vino?”.
“Tampoco. Creo no entiendes. Una maestría te brinda los conocimientos más importantes de finanzas, marketing, logística, etc. En fin, todo lo que una empresa necesita para tener éxito. Las cosas son diferentes ahora. Tal vez en tu época les daban otros conocimientos”.
“Creo mucho te equívocas. En los grandiosos y nuevos tiempos del pasado, como del viejo futuro, lo importante no es el conocimiento, sino el entendimiento”.
“La verdad no te sigo. Al menos puedes explicarme, ¿Qué tiene que ver eso del plomo y del agua?”.

Entonces el Maestro movido por el cariño que sentía por ella y toda su familia, le respondió:
“Una verdadera maestría sería aprender a convertir las amenazas de la empresa en el mejor negocio. Una verdadera maestría sería saber transformar al peor empleado, en el mejor ejecutivo. ¿Crees exista mejor fórmula para el éxito de los negocios y de tu carrera?”.

Luego de un largo silencio y la extrañeza de todos en la sala, la muchacha le contestó:
“Tienes razón, ¿pero cómo puedo ahora adquirir ese entendimiento?”, le preguntó apenada pero muy interesada la estudiante.
“¡Primero tienes que deshacerte de todo ese conocimiento!”, le contestó rotundamente el Maestro.
“Lo que propones es demasiado ¿pero qué puedo hacer, por dónde empiezo?”
“No te preocupes. Ya lo hiciste”, le dijo finalmente y en ese mismo momento la joven se iluminó y recuperó su alegría.


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