01 marzo, 2013

Claridad

En cierta ocasión que se realizaba una cita Summit de los CEO’s más poderosos del mundo, el Maestro fue invitado para compartir sus conocimientos como consejero de estado y especialista en descubrir, formar y desarrollar personas talentosas por toda la tierra. Sin embargo al llegar al lujoso recinto especialmente preparado para la presentación, le sorprendió verse rodeado de algunos panelistas más preocupados en el lucimiento personal que en atender las expectativas de la distinguida concurrencia.

Luego de dejar satisfacer los egos de sus anfitriones, el Maestro con mucha empatía y respeto, pidió permiso a los organizadores para dirigirse al público y permitirle pudiesen comunicar sus inquietudes directamente. Así entonces, uno a uno empezaron a formularle sus previsibles preguntas:

¿Cómo podemos asegurarnos de tomar la decisión correcta entre una alternativa de negocio y otra?
“Simple, usen la intuición”, respondió a un empresario que provenía de Europa del Este.
¿Cómo  podemos innovar nuestros negocios?
“Simple, usen la imaginación”, dijo a uno del Asia
¿Cómo podemos hacer para atraer a los managers mejor calificados?
“Simple, usen la curiosidad”, sugirió a un representante del Medio Oriente.
¿Cómo podemos evitar que nuestros gerentes nos abandonen?
“Simple, usen la diversión”, contestó a otro de África.
¿Cómo podemos expandir nuestras empresas por el mundo?
“Simple, usen la creatividad”, señalo a los de Sudamérica.

A este punto los expertos panelistas, empezaron a mortificarse por las sencillas respuestas que ofrecía el Maestro al auditorio y juntos le exigieron más “claridad”.
Entonces todos los que conformaban la Comunidad Europea, poniéndose de acuerdo, preguntaron:

¿Cómo podemos seleccionar y delegar nuestros negocios a los mejores del mundo?
“Muy simple, usen la humildad”. Por último los que venían de Norteamérica le preguntaron:
¿Y cómo podemos distinguir y quedarnos solo con los más ambiciosos?
“Más simple, usen la felicidad”, dijo finalmente el Maestro para retirarse, como siempre, entre aplausos de unos y silbidos de otros.