01 marzo, 2012

Diferente

Un día el Maestro fue solicitado por su mejor amigo y discípulo, para viajar a entrevistarse con un joven y revolucionario empresario, quien para mediados de los años ochenta había construido una enorme empresa, fama y fortuna. Sin embargo, en 1986 tras una serie de desaciertos propios del éxito prematuro, había perdido no solo su importante posición sino además la propia empresa que había creado con tanto sacrificio y pasión. Culpaba de todas sus desgracias a sus nuevos socios, quienes decía lo habían traicionado y finalmente separado de su organización, produciéndole una gran depresión.

Cuando el Maestro llegó se sorprendió mucho de encontrar al joven emprendedor tan abatido y descorazonado, pero sobre todo porque aún no terminaba de aceptar las reales causas de su gran fracaso. Cuando él se dio cuenta de la llegada de su visitante se alegro mucho y presuroso fue a darle alcance para brindarle personalmente la bienvenida.

Luego de intentar conquistar al maestro con sus buenas maneras, rápido fue al punto de su interés para solicitarle, una respuesta  y solución simples.
A ello le respondió sin deslumbrarse: Magnífico, a mí también me gustan las cosas simples
“Dime entonces, ¿Cómo puedo hacer para recuperar mi empresa?”
Antes dime una cosa, ¿estarías dispuesto a intentar ideas diferentes a la revancha?
Como su respuesta sorprendió a su anfitrión, añadió:  ¿y para qué deseas recuperarla?
“Quiero ayudar a la gente, cambiar el mundo. Quiero iniciar una revolución a través de mi pasión, la innovación”
¿Realmente crees que puedes conquistar el mundo con tu irreverencia, en lugar de usar mejor tu inteligencia?
“¿Qué hago entonces?”
Podrías comenzar ayudándote a ti mismo primero
“¿Que quieres decir?”, pregunto entonces el joven.
Porque no empiezas cambiando e iniciando primero tu propia revolución personal, innovando antes tu forma de ver las cosas, las personas y el mundo, le respondió el Maestro.
Muy sorprendido por la simple lógica que le ofrecía el Maestro y dejando de lado sus posturas, le pidió: “enséñame como, por favor”

Conmovido el Maestro por la humildad de su nuevo discípulo, le preguntó:
¿Cómo te llamas y que dirías define toda tu personalidad?
“ Mi nombre es Steven y  me define, sin lugar a dudas, toda la pasión y creatividad que pongo en todo lo que hago!” Respondió dando un giro en su tristeza.
Simple entonces, se creativo y atrévete realmente a pensar diferente Steven. Piensa diferente
Y en ese mismo instante el joven empresario se vio iluminado por un torrente de nuevas ideas y proyectos, abrazo al Maestro con gratitud  y salió corriendo a convocar una nueva junta.