01 septiembre, 2010

Lucidez

Se encontraba el Maestro de gira mundial impartiendo conferencias de su última versión de cómo descubrir nuevos e innovadores rumbos para el ejercicio del liderazgo, cuando de pronto tres grupos de importantes personalidades hicieron su aparición en el auditorio. El primero estaba compuesto por celosos teólogos, el otro de premiados académicos y uno más conformado por los más admirados científicos. 

Mientras el Maestro exponía sus originales ideas al público, principalmente compuesto por una generación de jóvenes empresarios en busca de un nuevo sentido e inspiración para sus organizaciones, en forma descortés cada grupo hablaba entre sí de forma crítica y cuestionadora, tratando de deslucir al Maestro frente a sus seguidores. 
Finalmente uno a uno empezó a pronunciarse: “Usted no tiene real autoridad para proponer estas cosas”, reclamó un teólogo. 
“Ninguno de sus postulados han sido probados aún”, denuncio un académico. 
“Sus ideas carecen de pruebas que sustenten su tesis”, dijo más tímidamente un científico. 
Entonces el Maestro, por respeto al público decidió hacer un paréntesis, para señalar: 
“Si veo un huracán y decido atrapar en una caja parte de su poderoso viento, al mostrarlo a ustedes, ¿seguirá siendo un huracán?”, respondiendo a los teólogos. 
“Si veo un río y decido atrapar en un balde parte de sus caudalosas aguas, al mostrarlo a ustedes, ¿seguirá siendo un río?”, respondiendo a los académicos. 
“Si veo una ola y decido atrapar en un bloque de hielo parte de su enorme fuerza, al mostrarlo a ustedes, ¿seguirá siendo una ola?”, respondiendo a los científicos. 

De pronto, uno de los empresarios con mucha lucidez se animó a decir: “Es claro que nosotros estamos aquí en busca de nuevas ideas para nuestros negocios y ustedes para defender sus teorías. Sin embargo, el valor obtenido es insuperable. De un lado, con mucha sabiduría y simplicidad hemos aprendido que un concepto es algo que fragmenta la realidad y que lo real siempre vive y fluye inconteniblemente. Y de otro lado, con mucha rigidez y complejidad hemos aprendido que cualquiera que pretenda atrapar lo real y lo práctico en un recipiente teórico, solo consigue ofrecer algo inerte, inútil y sin vida” 
“¡Tú lo has dicho!”, exclamó al final el Maestro.