03 octubre, 2011

Sucesión

El Vice-Presidente de una de las empresas más grandes del mundo, acudió un día muy presuroso al despacho del Presidente para acusar al Maestro, a quien veía siempre como un competidor por la admiración que despertaba en su Jefe, de un grave incumplimiento contractual. El CEO le había confiado a su sabio asesor el coaching personal de sus cuatro managers más brillantes, desestimando el especializado consejo de su VP. 

Sin embargo, tres de ellos habían dejado la organización, ocasionando un grave daño al capital intelectual de la compañía, decía en forma dramática el fiscalizador ejecutivo. “No puedo creerlo. ¿Qué paso con ellos?”, reclamó el poderoso empresario. 
“El primero fracasó en el primer intento y lo tuvimos que despedir, el segundo se deprimió tanto con el proceso que terminó renunciando, y el tercero que se incomodó mucho con el plan, se fue casi de inmediato con la competencia”. 
“¿Y qué pasó con el cuarto?”, preguntó muy preocupado. 
“Él todavía se encuentra con nosotros señor, no se preocupe” 
“¡Hágalo venir a mi despacho de inmediato!” 
“Disculpe pero él no se encuentra en el país ahora” 
“¿Pero, entonces también lo vamos a perder?” 
“Por el contrario señor, a éste sí logré retenerlo y ahora está al frente de nuestros intereses en la región Asia-Pacífico, abriéndonos espacio en ese codiciado mercado y haciendo grandes negocios para la corporación”, dijo en forma arrogante el ejecutivo. 
“Entonces veo que mi decisión fue la acertada”, respondió en tono vencedor el Presidente. 
“Con mucho respeto, no le parece acaso que perder un 75 por ciento de su cuadro de sucesión, es un gran fracaso de su asesor” 
“Antes quiero hablar con él. Sé que los cuatro admiraban a este hombre. Inmediatamente pídale venir a verme”, ordenó con cierta cautela. 

Cuando finalmente apareció el Maestro en la oficina del CEO, este después de saludarlo muy diplomáticamente, en privado le preguntó: “¿Qué sucedió con los otros tres managers que te confíe?”
“Nada importante. El primero enloquecía rápidamente de fervor e impulsividad por demostrar su habilidad para poner en práctica los ejercicios que les proponía, pero de forma irreflexiva e imprudente. El segundo, por el contrario era tan débil que los mismos ejercicios acabaron muy pronto por revelar las cortas fronteras de su auto-percepción y competencia profesional. Y el tercero estaba simplemente más interesado en dominar los ejercicios de inmediato para comercializarse mejor en el mercado gerencial" 
“¿Y entonces por qué si obtuvimos éxito con el cuarto?”, preguntó el experimentado hombre de negocios. 
“Muy sencillo. El cuarto fue el único que se negó a realizar los ejercicios”, dijo riéndose a carcajadas el Maestro, junto a una sonrisa de satisfacción de su cliente.